Cerealfort TV.

Salí un rato de la agencia. Crucé Scalabrini Ortiz. No se porqué imaginé que ese día, en ese específico momento, estaba lloviendo. Resultó no ser así. Había sol. Yo tenía un saquito puesto y la temperatura había aumentado. Es esta la época del año donde nunca atinaré que abrigo cargar.
Ya no creo en los meteorólogos.

Crucé la calle y fui al quiosco. Una ochava abierta al público, sobrecargada de colores y estímulos, formas y sabores, olores y tamaños. Cada vez que voy a allí, me gusta pararme un rato y ver los stickers y la cantidad de botellas de agua mineral, aguas saborizadas y gaseosas en todas sus variedades.También están los yogures: con cereales,con granola, bebible, firme, para el tránsito lento. Es inevitable pararme frente a los estantes y ver las golosinas: las nacionales, las que aparentan ser nacionales pero fueron compradas por alguna multinacional, las importadas.
Está todo muy caro.Ultimamente trato de evitar comer porquerías, entonces como porquerías menos nocivas o por lo menos aquellas que no me generen culpas: barras de cereales.

Parada ese día frente a las barras de cereales, miraba todas todas sin decidirme por ninguna. Era como un zapping gustativo-visual. ¿Con pedacitos de chocolates?¿Yogurt de frutillas?¿Pedacitos de cookies?¿Manzana?¿Almendras?¿Frutos rojos?¿Lemon pie?¿Naranja?.Es ahí cuando me di cuenta que las barras de cereales no son muy diferentes a los medios de comunicación. Sufrí el colapso del hombre contemporáneo: el bombardeo de información, la sobreexposición a estímulos, colores, formas.Todo lo que entre por los ojos es estimulante, todo es anestesiante. Tuve una sobredosis de variedad superflua, pero en el fondo es todo lo mismo. No sabía que elegir. Viví un zapping cerealfortista. Terminé optando por chocolate, como si algo hubiese cambiando en que sea manzana, lemon pie, naranja, yogurt de frutillas, almendras o con pedacitos de cookies.